domingo, 18 de marzo de 2012

Un invierno especial.

Era la primera vez que en la ciudad de Buenos Aires nevaba. Amaba esa época del año, el invierno.
Al lado del fogón tomando mi chocolate caliente con una frazada que me abrigaba hasta el cuello, el único frío que sentía era en mi nariz, y en mis orejas. Estaban heladas.
Mientras observaba desde la ventana como caía la nieve y dejaba los autos, casas, árboles blancos, corrío una liebre temblando, se apresuró tanto que no alcanze a ver a donde fue. Supuse que temblaba por el frío. Abrí apresuradamente la puerta y sin guantes, agarré un poco de nieve por primera vez. No me importo que me congelara toda la mano, porque mientras hacia un hueco en la nieve, encontré a la liebre a punto de afixiarse. La salvé... y una lágrima cayo en mi rostro al verla.

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